sábado, 27 de diciembre de 2008

Una lectura de "Guerra y Paz"

Pasó la comida de Navidad con más alegría y menos follón que otros años a pesar de las ausencias, se repartieron los regalos del "invisible" y no me puedo quejar, y se mantiene sin sorpresas la rutina aburrida en el trabajo aunque esté en el puesto de servicio directo al público.

La compañía de mi padre me ayuda a seguir adelante. Siento que confía en mí y esto me basta. Su ejercicio constante de amor al prójimo es una enseñanza ejemplar.

Tendré que buscar la segunda parte de "Guerra y Paz". Su lectura te introduce en otras vidas, te nutre con las emociones que despierta, te engancha más de lo que se podía uno imaginar al empezar, te libra de la servidumbre de la caja embrutecedora y te aísla del paso inexorable de las horas.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Mis padres

A la hora de describir y reflexionar sobre la relación con mis padres se me ocurren tres etapas correspondientes a las fases por las que ha pasado mi propia vida. En los primeros años como seres casi omnipotentes que todo lo controlaban y todo lo sabían, siempre atentos y vigilantes por nuestro bienestar, hasta el punto que llegué a pensar que nunca dormían.

En los tiempos de mi juventud podría resumir los sentimientos hacia mis padres como algo distantes, críticos y desprovistos de la veneración y el temor del principio, sin merma del respeto y del amor filial.

Desde que vuelvo a esta bendita tierra en la década de los ochenta me encuentro cada vez más unido a ellos, admiro como afrontan la recta final de sus vidas, su constante amor al prójimo como generosa entrega, la entereza y el buen ánimo para sobrellevar los momentos más duros. Quizás los fracasos y el vacío que siento en lo más profundo han hecho que les necesite más y más como el faro que guía al caminante desorientado.